LA SOLEDAD DE LO COTIDIANO
XXIX
La silla no da respuesta a nuestros males
Tan solo deja que en ella repose
El descanso de nuestros glúteos
(Modisto)
XXVIII
Es el ojo del primer huracán
Dando vueltas al adormilado café de la mañana
Su bajada a los ocultos infiernos antes de abrir la puerta
XXVII
Debería llover un día de estos
Nadar sobre la sequedad que nos ha inundado
Y ser gota que se derrama sobre las cartas sin juego
En el fondo del pozo
XXVI
El cuarto oscuro
La dura sequedad de un viento cortante
En la humedad de tus ojos
XXV
Es como vivir un sueño de alguien ajeno
A la pesadilla que lo engendra
A la voz que lo respira
XXIV
A eso de la medianoche mis vecinos y yo
Seguimos en tranquilas cunas de tierra y mármol
Así también como a media mañana
Así como en el medio amanecer aun siempre sin luz y sin tiempo
Suspendidos en una misma hora