sábado, 28 de marzo de 2015

MORBO


Las aventuras de Deperente XLIII


El paseo, todas las mañanas a partir de las siete treinta AM, era siempre el mismo: su casa daba directamente al lateral este de Central Park, pero nunca entraban en él a la ida, lo bordeaban por la Quinta avenida, y volvían girando a la derecha, y penetrando ya sí en el parque por uno de sus accesos invisibles, donde seguían minuciosamente el mismo camino por sus calles de idas y venidas. Total: entre cuarenta y cinco y cincuenta minutos de buen paso. A Morbo le gustaba, él siempre movía su cola, porque, como su dueña, era amante de una cierta rutina deliciosa de pájaro en vuelo que no perdía de vista la tierra.

Después, ducha. Todo dejado en orden. Cierre de puerta y media jornada. Lucille estaba prejubilada, y el gobierno francés pagaba hasta completar la nómina. El trabajo no era duro pero sí rutinario, como su vida y sus paseos. De esa forma nunca tuvo problema. Además, siempre estuvo muy bien considerada en la empresa multinacional para la que trabajaba desde los veinticinco años, y se había ganado un prestigio, difícilmente superable, como traductora.

Tenía Morbo unas pintas negras en su lomo que lo hacían especialmente atractivo tanto para su dueña como para los vecinos y amigos, y siempre era agradecido con los mimos y caricias.

Cuando Deperente llegó al cadáver ya viejo de Lucille, que yacía bajo un roble, el cuerpo destrozado y con grandes moratones, su sexo, inmaculado hasta ese día en que The Beatles cantaban sobre una terraza Get back en Londres con la gente abajo boquiabierta, se desangraba en río de serpientes enloquecidas, sintió las náuseas previas a ser huida.

Morbo, mientras tanto, aullaba su desconsuelo minutos antes de lanzarse, quizás para inútilmente ser pájaro, a las vías de un tren que lo arrastró metros y metros de su desamparo.



(Modisto)

sábado, 21 de marzo de 2015

ASIENTO VACÍO


Las aventuras de Deperente XLII


No se sabe muy bien cómo, Deperente se vio con una entrada entre las manos para el New York City Ballet para esa misma noche. Función de las 9:00 PM. Fila siete. Asiento cinco. Bastante centrado. Peter Martins y Suzanne Farrell.

Pero antes tenía concertada una cita con Privilegio Daconte, un pequeño empresario de mediana edad, acosado por las deudas, por la mafia, con la que colaboraba forzosamente pagándole una protección, y por su esposa, una adicta a los tratamientos de estética de los que jamás salía bien porque jamás podía decirse que estuviera razonablemente bien, ni para sus ojos ni para los de los demás.

A Privilegio últimamente lo vigilaban. No sabía si por los italianos, por Hacienda o por la Policía. Y venía directamente a aclarar el asunto. Cuando salía de casa allí estaba el tipo del sombrero gris y gabardina trasnochada en la acera de enfrente, y cuando desayunaba en el bar de Smith, y cuando atendía su negocio, y cuando volvía a casa. Privilegio era cobarde por naturaleza y encendía un cigarro tras otro mientras hablaba con Deperente. Una vez aclarado que la Policía no tenía nada contra él, seguía encendiendo cigarros y se apabullaba contra las esquinas de la verdad.


Deperente intentó tranquilizarlo con palabras de sosiego que sonaban a mentiras piadosas. Naturalmente que tenía razones para preocuparse, un gángster a sus espaldas o un inspector de Hacienda no son agradables compañías, pero no iba a ser él quien le diría cosas tan obvias. Deperente odiaba explicar lo obvio.

Cuando lo llamaron a su despacho para decirle que el hombre que lo había visitado fue tiroteado en la misma puerta de la Comisaría, Deperente sabía que aquello le iba a llevar varias horas.

En el programa de mano que Secominuca dejó abandonado en el asiento libre de la fila siete, justo a su lado, no se decía que las bailarinas abandonadas y secuestradas por las fuerzas del mal, siempre lloran y acaban vagando por fantasmales caminos de soledad hasta la muerte.

Cuando las luces del Lincoln Center se apagaron, Deperente tragaba saliva al recordar que alguien disfrutaría de un espectáculo solo propio de la ciudad de Nueva York, mientras él intentaba esclarecer las oscuridades que toda muerte arrastra.



(Modisto)  

sábado, 14 de marzo de 2015

TRÁNSITO

La gente que va y que viene
Que entra y que sale
Que no permanece porque se queda
Que bailando un tango de luna llena
Parpadea su corazón
Bajo la lluvia de besos
Y que sigue llegando
Al ritmo cansino y desenfrenado
De un pianista en una madrugada desconsolada
En una carretera cuyo único sentido es el cementerio
Y la gente se revuelca en un fango de mermelada
Y en un cielo estrellado de luces
Y siguen viniendo
Como ejército de hormigas
Como máscaras tras las cortinas
Con la oportunidad de saberse
Con una sonrisa entre lágrimas
Así la gente se va haciendo
Y recomponiendo
¿Dónde vas?
Donde la luna
Donde las sombras
Donde



(Modisto)

sábado, 7 de marzo de 2015

NO MÁS NO TENGO

No tengo más apego a la vida
Que el que me quiera dar la vida
No morir sin descanso
Ni vivir sin desmayo
El encierro atrapa flores que pronto son esqueletos en el camino
Y en el aire hay peligros que besan los labios de lo eterno
Un ir sin retorno
La inconfortable marea de las hojas marchitas




(Modisto)