sábado, 26 de abril de 2014

DOS AVIONES



Dos aviones se cruzan
Y se descruzan
Se vuelven blancos
Cuando el cielo es azul
Y vuelven a caer juntos
Y a subirse
En dos puntos metálicos
Lejos
Muy lejos


(Modisto)

lunes, 21 de abril de 2014

AYER



Ayer no pasó de ser una mera huella borrada en la orilla de la vida
Que se alimentó de algas con intenciones suicidas
Y lo que provocó su desaparición 
Fue la llegada de un nuevo día
Que dejará un aire de huida


(Modisto)

domingo, 13 de abril de 2014

JUEGO DE MANOS



Las aventuras de Deperente XVI

Deperante y Deperente paseaban por Central Park hacia un mismo punto pero por separado, cada uno al encuentro del otro, y cada uno a cumplir su ritual de jueves por la tarde. Aún no se había marchitado la primavera y sus fagocitadas luces luchaban por sobrevivir un poco más desafiando al calendario. Las palabras eran siempre las mismas.

-Llegas tarde.
-Lo justo para que aún no hayas colocado las piezas.

Llevaban cinco años cumpliendo con una rutina impuesta por ellos mismos, justo desde que Deperante y los asistentes al juicio escucharan la sentencia del jurado. “Inocente”. Fue entonces, cuando el teniente se le acercó, y al oído le dijo: “No olvides que yo sé lo que tú sabes. Te espero en Central Park”. Era un jueves y eran las cinco de la tarde. Ahora era jueves y eran las cinco de la tarde. Los dos hombres jugaban en silencio hasta la despedida una hora después.

-La semana que viene te toca con blancas.

Y Deperente, cada vez que escuchaba esas palabras (blancas o negras) recordaba el gol de Maradona contra Inglaterra en el Mundial del 86, gol que nunca vio en directo, pues asistía a un juicio contra un hombre al que él llevó al banquillo, pero con pruebas frágiles, por el asesinato de su amante de la que se sentía cansado y agobiado, tal como le dijo en la celda de su prisión mientras jugaban al ajedrez, pero que jamás lo declaró oficialmente ni a la policía ni al jurado, sin saber muy bien por qué.

                                                                                                                                  (Modisto)

sábado, 12 de abril de 2014

REPETICIONES RUTINARIAS


                                               
Las aventuras de Deperente XV


Cuando llegas a la Comisaría número siete del distrito veintitrés de la ciudad de Nueva York, la primera persona que te encuentras es un hombre singular, de abdomen abultado y que viste siempre el traje oficial de gala con botones dorados redondos de un diámetro de hasta no poder más, abrochados todos, desde el cuello hasta casi los tobillos.

-Soy el sargento Sinpersonalidad, ¿en qué puedo servirle?

Esas palabras las repite cientos de veces durante el día, y siempre lo hace con la misma sonrisa falsa de un profesional de la recepción de quejas, quebrantos y denuncias varias. El tono es el mismo si el oyente es un ministro perdido o una prostituta de barrio. Pero Sinpersonalidad no era una máquina, y tras muchos años de servicios intachables, levantó la voz a una mujer enamorada.

-¿Qué se ha creído, que esto es una agencia matrimonial?

Y no. No lo era. Era una comisaría caótica en medio de una ciudad caótica que pertenecía a un mundo caótico.

La mujer replegó velas, agachó su cabeza y se marchó con su ojo amoratado y su costilla rota dispuesta a inundarse en la marea de las almas urbanas.

“No, pero si yo aún lo quiero”, fueron las primeras palabras que le dirigió a Deperente cuando la rescató ya cerca de la puerta de salida del edificio al ver que ella estuvo a punto de caer desmayada de amor; y las dijo, cuando su rostro se desvanecía tras el calor humeante de una taza de café. ¿Cuántas veces habrá escuchado el teniente esa frase, y cuántas veces él mismo la habrá dicho y muchas más la habrá pensado?



(Modisto)