sábado, 25 de julio de 2015

CARENCIAS DESENCAJADAS

Simplemente
Se llena de espacio
Aquello que carece de amor
El ronquido de los lamentos
O el no saberse

Pero cuando todo
Ilumina

La luz se vuelve más fuerte
Aún lejos
En la memoria
En el dónde acabarán los pasos de quien me anda
Aún
Ya muy aquí




(Modisto)

sábado, 18 de julio de 2015

DE NO SE SABE POR QUÉ HA OCURRIDO


Las aventuras de Deperente LVI


El primer encuentro de dos almas solitarias que lo seguirán siendo después de conocerse, besarse, amarse, convivirse y despedirse, debe ser algo así como fue, una tarde arrastrada de verdes esperanzas en un pasto urbano de incomunicación en blanco y negro.

Secominuca había pasado una infancia fácilmente mejorable, y el reloj de su futuro carecía de manillas que se filtraran por la selva de los números. El autobús, como siempre llegaba con retraso, y por la cuesta, como cada jueves, iba subiendo aquel tipo maduro que tanto le atraía. Ella no sabía por qué, pero Deperente andaba por ese camino de no llevarle a ninguna parte como tampoco llevaba el autobús de las tardes a Secominuca a parte alguna que no fuera previsible, con el cerebro invadido de peones, caballos, torres…, con la arquitectura siniestra de todo un ejército queriendo matar y matar hasta llegar a un Rey que, en un descuido, muriera desprevenido, con la corte despistada o aniquilada.

Alguien de pronto, en la cola del autobús, gritó, y a continuación se oyó un tronar de disparos que adornaron el cielo de la violenta ciudad, de ramas de un árbol con hojas de espinas. Fue el instante en que Deperente cruzó la calle sin prisas, como todo lo que él hacía, sobretodo, y en este caso porque ya vio al hombre gordo tirado en el suelo sangrando por la boca y por su gigante vientre, y a ella, la que había gritado, paralizada con la pistola aún apuntándolo por si se movía, pero estaba claro que no lo iba a hacer.

Que alguien llame a la policía, fueron las palabras de Deperente en aquel escenario de no se sabe por qué ha ocurrido. El autobús llegaba en ese momento pero no se detuvo, el conductor declaró al día siguiente que se había asustado tanto, que solo pudo acelerar. De hecho, allí solo estaban el Teniente con la pistola del homicidio, la mujer llorando, ahora reclinada sobre el cuerpo del que había dejado de respirar, y una joven con aire asiático que abría los ojos admirando el proceder de Deperente, su frialdad y la forma como transmitía serenidad en aquella situación de música dodecafónica.

Entonces se cruzaron sus miradas cuando empezaron a oírse las primeras sirenas, con ojos cansados de cuadro de Edward Hopper, de no saber qué han hecho hasta entonces, de saberse que se habían desperdiciado en un tiempo de túnel.

Deperente volvió a repetir ahora lo que entonces había pensado, que él ya tenía una edad de que si ya se va no vuelve, y en ella, que a su vez sintió que la manecillas de su reloj de futuro empezaron a moverse en la selva de los números.

Y lo mismo que en aquella tarde, y en todas las mañanas, tardes y noches que vivieron juntos, y hasta cuando sus caminos se separaron por culpa del viento húmedo que venía del río Hudson, ahora sentado con su cuerpo pesado de años en un sillón de una modesta casa del barrio de Harlem, seguían torturándole a Deperente las palabras de su única felicidad en la vida, cada vez se me hace más difícil sin ti, y más fácil quererte.


(Modisto)


lunes, 13 de julio de 2015

EL DESTINO NUNCA SE CANSA

                                
Las aventuras de Deperente LV


La tarde bajaba por las calles de Harlem entre toses y estertores de que aquí ya está todo acabado. Y a pesar de que el otoño se prolongaba demasiado, la gente iba aún de un lado a otro como de aquí hacia allá sin un sentido muy claro pero de forma cansina.

De esa misma manera bajaba Loris la bruja la tarde que se cruzó con el joven Deperente y lo paró con sus manos de guantes, para hablarle.

-Tú eres el hijo sin cuentos. Pero yo te voy a contar el definitivo.

Cuando la bruja era un punto lejano y confuso, la tarde ya era noche de luna llena. Y Deperente se alejaba por una calle sin retorno en busca de otra calle aún más solitaria que su alma, y con las palabras de la vieja Loris, pum, pum, pum, golpeando sus oídos. Más allá, ya la noche era un acorde de guitarra acompañada por el lamento de un saxo que caía aún allá.

El joven Deperente entró en su casa sabiendo que moriría tan solo como siempre viviría, quizás sentado, escuchando las notas de las madreselvas o de la voz de un negro que pedía justicia.

(Modisto)

sábado, 4 de julio de 2015

BLANCA ES LA LECHE EN LA OSCURIDAD DE LA NOCHE


                                                                                                               Las aventuras de Deperente LIV


La muchacha se llamaba Maureen O’ Sullivan pero no era actriz y jamás estuvo en África, ni subida a los árboles ni tumbada sobre la hierba. Desde pequeña fue admirada por su belleza y por sus maneras tan delicadas. Más de uno en su fuero interno pronosticaba inconscientemente que alguien, cualquier día de lluvia o de sol, cualquier minuto de locura la mataría porque era tan bella como los poemas de los poetas enamorados. Y eso seguro que alguien no lo podría resistir.

Maureen se hizo muchacha con ese negro presagio adornando sus cabellos como un golpeteo constante de baquetas sobre la batería. Pero ella siempre fue ignorante de aquella extraña mezcla de lágrimas caídas sobre su bello rostro, y el hecho más cierto de su corta existencia es que ella solo quería ser feliz. Y para ser plenamente feliz abrazó la fe de Cristo. Se hizo una más de sus esposas o novias. Deperente, repasando cronológicamente sus notas, se confundía y se veía como un pato en un estanque seco.

Maureen, desde el día que decidió seguir los pasos de las Hermanas de la compasión divina, y hasta el día de su trágica muerte vivió almidonada en músicas celestiales y en acordados sabores de naranjas exprimidas. Por eso, cuando esa noche aciaga vio a su tío en su habitación, rezó el avemaría una y otra vez hasta ser despellejada y violada. Solo le quedaba rezar y comprobarse penetrada por un demonio que bebía leche y al que le gustaba andar por la casa a oscuras. De esas cosas presumía.



(Modisto)