Las aventuras de Deperente XXIX
El perro lo guio hasta el lugar
del crimen, una casa abandonada a once kilómetros de la ciudad. Y todo el
recorrido lo hicieron a pie, sin ambigüedades, siguiendo la línea continua que
el perro marcaba.
Era una madrugada como
otra cualquiera, de aquellas de las que nunca se espera nada, salvo que ocurra
algo milagroso. Pero los milagros, cuando se ha sobrepasado con tantas
dificultades el siglo XX, ya no ocurren y muy pocos esperan que ocurran.
Ibrahim desapareció
treinta días antes, y se corroboró que tenía una cita clandestina a medianoche
con Milton Galbraith. También se corroboró que esa cita no era fruto de la
casualidad, sino que pertenecía a un plan estratégico-amoroso que duraba ya tres
años.
Milton Galbraith era un
hombre de negocios metido en una edad donde se intenta retroceder a la juventud
y sus locuras. Conoció a Ibrahim en un pub céntrico de Nueva York de estilo
irlandés, y allí mismo comenzaron las caricias y los besos, mientras la esposa
de Galbraith creía que su marido viajaba a una convención internacional de
sesudos responsables de multinacionales, no sabía bien si a Londres o a
Yakarta. ¡Eran tantos sus compromisos!
Por su parte, a Ibrahim le
gustaban los hombres, las mujeres y hasta los perros, y en algún momento de su
vida, había convivido con todos ellos. Pero en el momento del asesinato, solo
pensaba en que Galbraith había roto con él. Y se lo hizo saber con vehemencia
en la casa de sus amores, a once kilómetros de Nueva York, que no estaba
dispuesto a que eso acabara como si tal cosa, que había sido todo tan especial,
tan distinto… Pero no obtuvo más respuesta que la de saberse abandonado y
herido mortalmente en la cabeza con un candelabro de diseño modernista que
alguien había dejado allí abandonado.
El perro de Ibrahim fue el
único testigo.
A lo lejos, se escucharon
dos explosiones fantasmales que hicieron temblar suelo y paredes. Y nada volvió
a ser como hasta ese momento. Deperente anotó en su cuaderno, como caso cerrado,
la fecha, once de septiembre de 2001, para este asunto con raíces poco
profundas que no encontraron tierra de donde alimentarse, a once kilómetros del
centro de Nueva York.
(Modisto)