Las aventuras de Deperente XXXIII
En el campo de entrenamiento de tiro,
descubrió Deperente su facilidad para hacer blanco a distancia con un M16A1, el
mítico fusil de asalto que haría las delicias de la Parca en Vietnam; y poco
después, ya en el campo de batalla, Deperente también descubrió la incomodidad
de su nombre: todos se acordaban de él: desde el servicio de alistamiento para
reservistas, sus oficiales y hasta el vietcong llegó a saber de él, y lanzaba
su nombre en las noches de selva.
Llegó un
momento en que la neurosis le llegó a creer que él era el protagonista
estúpido de una guerra muy estúpida, mucho más estúpida que muchas de las muy
estúpidas guerras que se habían sucedido en la estúpida Historia de la Humanidad. Y comenzó a sentir
mareos y náuseas, no cuando mataba sino cuando no lo hacía. Porque a él lo
habían mandado allí para matar, ya con veintiséis años, y cuando creía que esa
guerra iba pasar por la puerta de su casa sin entrar ni en el portal.
Deperente se transformó en un tipo frío y calculador cuando a los seis
meses templó sus nervios y se arrodilló ante su destino, un destino bastante
turbio y sin definir
entonces, que luego se fue esclareciendo,
sobretodo cuando en una tarde de luces vio en pleno centro de Saigón a Linh Lâm
violada y muerta a palos por soldados americanos.
(Modisto)