sábado, 26 de octubre de 2013

DEL PASADO LLEGAN


Las aventuras de Deperente VI

Secominuca era hija de inmigrantes vietnamitas que llegaron a Nueva York cuando Estados Unidos aún no estaba en guerra con su país, aunque ya todo el mundo intuía que algo aún más gordo de lo que ocurría iba a ocurrir. Ellos, los padres de Secominuca, no se conocieron hasta algunos años después, cuando ya comenzaban a pasearse por el aburrido mundo de los adultos, a pesar de haber viajado en el mismo avión y de haber vivido en el mismo barrio, un barrio lleno de flores y de sonrisas amarillas. Como para los inmigrantes la vida es muy monótona porque consiste en levantarse, trabajar, acostarse y vuelta a empezar, era muy complicado que aquellos dos jóvenes rodeados de ilusiones imposibles llegaran a contactar o a cruzarse palabras. Tuvieron que esperar a que la lotería de la vida los llamara a cada uno por su nombre y uniera sus destinos de mandarina y almendro en flor. Pocos años después nació Secominuca; y bastantes años después, en una Nueva York muy distinta, nació el amor con Deperente; y aún bastantes años después, Deperente miraba el rostro de su amada, cuando él ya ni pensaba que ese amor pudiera volver, y cuando ella lucía el vestido agitado y permanente de los recuerdos. 


(Modisto)

domingo, 20 de octubre de 2013

RETIRO OBLIGADO



Las aventuras de Deperente V


Cuando el ex-teniente Deperente cumplió setenta años, aún se acordaba de esa chica que le llegó tan tarde y le duró tan poco, y que nadie sabía que en realidad fue la única en mucho tiempo, quién lo iba a suponer habiendo sido Deperente una institución en resolver casos relacionados en mayor o menor medida con el amor. Se había labrado una fama bien firme en su trabajo, una reputación, que es lo que se les dice a los que se retiran, y eso ya se lo dijeron hace unos años, la noche de la cena homenaje. Desde aquel día se fue despidiendo de todos. A Secominuca la dejó para el final porque era la  persona más especial que había conocido y quería prolongar el arte de las despedidas con ella lo máximo posible. Cuando con la mano izquierda dibujó un adiós en el vacío del aire de su hogar, Deperente se dejó morir plácidamente sentado en un sillón de hielo y de humo. Cerró sus ojos y nunca más los abrió, en un sueño de colores cálidos, absorbido por la soledad que siempre lo acompañó.

(Modisto) 




domingo, 13 de octubre de 2013

RECONSTRUCCIÓN DE LOS HECHOS




Las aventuras de Deperente IV

Dicen que alguien entró silenciosamente en la casa sin encender la luz. Abrió el frigorífico y se sirvió un vaso de leche fría que se tomó tranquilamente sentado a la mesa de la cocina, luego fregó el vaso y lo colocó en el sitio de donde lo había cogido. Sorteó los obstáculos que se le presentaban en la oscuridad (sillas, mesas, un sofá, o puertas) con la habilidad de quien conoce bien la casa. Entró sigilosamente en la habitación de la muchacha, y allí la violó arrancándole el pijama y las bragas, con la mano izquierda fuertemente tapándole la boca y con una destreza en toda su actuación de quien no lo hace por primera vez. Al acabar, aún excitado y jadeante, la estranguló como paso previo a la huida, que consistió en un andar sobre lo ya andado. Una vez enfrentado al frío aire de la calle, el ladrido lejano de un perro le advirtió que el peligro permanecía allá por donde iba, y aceleró el paso hasta encontrarse dentro del coche varias calles arriba, y arrancarlo, para no ser más que una sombra perdida de la noche. Empezó a gotear una lluvia casi de nada.




El cadáver fue encontrado tres días después gracias a la extrañeza de una vecina que tenía las llaves de la casa, y a un bizcocho que le preparó a la joven y que le servía de pretexto para verla.

Algún cargo importante dictaminó que aquello era un caso de amor desenfrenado e irracional y movió los hilos para que el encargado del caso moviera a su vez sus hilos, y esos hilos fueron hilos telefónicos pues no tardó en llamar a los familiares de la joven para reunirlos esa misma tarde en la casa. Una vez montado el teatrillo, se dispuso a trazar un plan, que como siempre, se basaba en la observación y en el ataque directo.

La función empezó en el momento en que alguien más que los familiares entró en la escena del crimen y se presentó. Al oír su nombre, uno de los familiares sufrió un parpadeo ridículo en el ojo izquierdo, un gesto nervioso que no pasó desapercibido para el Teniente Deperente, encargado del caso, y que entraba y se presentaba en ese momento de parpadeo ridículo. Ambos no tardarían mucho en hablar a solas.

( Modisto)


sábado, 5 de octubre de 2013

JUSTICIA



Las aventuras de Deperente III

Aquella mañana, había un ritmo anormalmente frenético de trabajo en el Departamento de Policía del Amor. Todos se aplicaban a su tarea, salvo el Teniente Deperente, que fijaba su vista y la perdía en las pompas inquietas que circulaban por la pantalla del ordenador. Nadie le dijo nada y nadie reparó en su estatismo, quizás porque Deperente era un policía más bien estático. Y todos lo sabían. Y Deperente era en esos momentos un vacío, un apenas nada. En el instante en que fue cogida esta imagen y traspasada al papel, Deperente pensaba en la guerra de Yugoslavia, que ahora es la antigua Yugoslavia, pero que entonces aún era Yugoslavia. Y pensaba en la sangre derramada de los niños y en el sufrimiento de todos, en cómo se disparaban los unos a los otros, sin más sentido que el de dispararse. La guerra trae muertos y los muertos ya no son vivos. Y los vivos aún no son muertos, pero en cualquier momento lo serán. Son cosas de la vida.

La hoja de papel que, arrugada, escondía su puño, contenía la dirección de un asesino de los de verdad, que se escondía en un apartamento de Nueva York que él debía visitar aquella mañana de ritmo frenético para la mayoría.


De pronto, y esto sí que lo notaron sus compañeros, se levantó de golpe de la silla, respiró profundamente un par de veces, se puso la chaqueta y comenzó a andar con pasos lentos pero firmes, primero hacia la salida, y luego hasta su coche, que en realidad no era suyo, sino del Departamento. Su rostro dibujó una sonrisa. El hecho de ser quien iba a esposar a un asesino de verdad, le arrastró a una memoria de verdes colinas y pastos inmaculados. Iba a hacer justicia.


(Modisto)