sábado, 30 de mayo de 2015

MARY POPPINS HA DEJADO DE SONREÍR

Mary Poppins ha dejado de sonreír

El mundo se masturbaba frenéticamente
Contra los muros de su propia impiedad
Y parece que hubieran cerrado
Todas las puertas de salida
Y de hecho
Te acercas a la posibilidad más cercana
Y te encuentras
Con una soledad de bosque desértico
Con unos labios secos de besos
Con una curva cerrada que retorna
Al paraíso de los infiernos

Mari Poppins ha dejado de sonreír

De su paraguas solo quedan los restos
De un atardecer cancerígeno
No suenan en las calles los juegos de los niños
Ni la mano de un hombre se lanza en el aire
Para ser mano de otro hombre
Solo se oye una hora en el reloj de la vida
Que parece querer detenerlo todo

Pero ya


Mary Poppins ha dejado de sonreír

                                                                                                                            (Modisto)

sábado, 23 de mayo de 2015

TANTOS DESCUBRIMIENTOS QUE NO


Las aventuras de Deperente L


La madrugada se madrugaba de veneno corrompido, como una silueta sin forma. Y las estrellas agujerearon la noche. Había un aire turbio de no saberse. Un aire que iba de una esquina a la otra sin parecerse y sin nombrarse. Sin embargo, la madrugada era, a esa hora, un caballo que aún no había llegado a su meta.

Deperente vivía una tarde con aire de haber perdido el tiempo, aunque todo el día hizo lo posible por parecer a los ojos de los demás, un policía ocupado. Pensó en definitiva, que tampoco tenía que torturarse tanto, veía a diario a montones de policías desocupados, y muchos de ellos cobraban bastante más que él.

Ocultó la Olivetti, hoy inmaculada, bajo el tapete negro, y empezó a verse ya en la calle con gabardina y sombrero. La Olivetti anónima apareció hacía cinco años en su despacho misteriosamente, con una nota inaccesible a su inteligencia, donde decía que había pertenecido a un afamado escritor cuyo nombre no se podía revelar. No hizo más cuenta de todo aquello y nunca fue el momento de ponerse a pensar en ello para encontrar una solución. Era el momento de respirar el aire impuro de Nueva York, y viciarlo aún más con sus cigarrillos que a su vez viciaban su cuerpo ya viciado de whisky.

Se conocieron sin conocerse cuando ella entraba y él estaba a punto de salir de la Comisaría de Policía. Ella venía de muy lejos y se hizo llamar Cinthia Glodsmith, que resultó ser su nombre auténtico en aquella historia de autenticidades. Compartieron mesa en un bar próximo, y los dos maletines que ella transportaba y hacían clock clock al compás de sus pasos, parecían mirarlos desde una profundidad helada.

A ambos les llegó la madrugada y de por qué viniste hasta mí, y bueno, leí una noticia donde desentrañabas un caso de orquídeas, y desde ese momento supe que algo debía hacer hasta encontrarte, y se me cruzó en la vida una noche donde mi madre y mi marido creían que yo era una sombra desaparecida por unos días, y cuando llegué, los vi enredados en mi cama, y yo sabía dónde estaba el arma sin atender a los ruegos de los dos que jadeaban ahora clemencias de niños perdidos en una gran ciudad, y cuando disparé sobre sus cuerpos no sentí nada, ni pena ni gloria, solo un deber cumplido de hojas de otoño. Mi madre se retorció durante minutos de espanto, pero él murió en un segundo.

En fin, después de todo aquello recorrió en su coche el país de parte a parte. Su trabajo de enfermera le ayudó a trocear sus cuerpos e invitarlos a un viaje.

Deperente la veía, ya casi en el amanecer, a través de las ventanas de cualquier bar de la ciudad, alejarse acompañada amablemente por dos agentes que le transportaban los restos de su madre y de su esposo, y donde se alojaban los últimos restos de su propia vida.



(Modisto)

sábado, 16 de mayo de 2015

DE QUE HAY DESPEDIDA SIN IRNOS


Las aventuras de Deperente XLIX


Encendió un cigarro y la miró directamente a sus ojos derrotados en una tormenta de desconcierto. Casi, y es que seguro, no cabía más, la Sexta Avenida era una zona devastada por el aquí y por el allá de gente que en el aquí y en el allá sigue pasos ciegos de no se sabe su procedencia.

Deperente recorrió su rostro de enfermedad con la mirada y con sus dedos. De hecho, hicieron el amor con solo mirarse y con casi sin tocarse. Y el viento era una huida de galgos. Y Secominuca creía estar sentada en un trono de Reina

Todo venía de mucho atrás, y todo se agolpaba en ese instante. Dos personas que se miran con amor infinito y nadie los ve. Son los únicos en el huracán de un mediodía de Nueva York y era una despedida de no te vayas y de no se sabe cuánto tiempo porque te tienes que ir. Porque el tiempo es una masa que se acorta, que se expande y que se diluye. Un dominador ingrato de los sentimientos humanos. Deperente y Secominuca eran dos seres humanos a la vez enamorados y separados por el fantasma del tiempo, que se colaba por la puerta de atrás de sus corazones.

Alguien gritaba en la calle y millones de ruidos se trenzaban en el aire de océanos de fracasos. Pero ellos no podían distraerse con miserias humanas. Ellos seguirían así eternamente si no fuera porque cualquier guerra tiene sus propias normas, como las tiene la vida, o el motor de la vida, que es el amor. Y ni Deperente ni Secominuca querían soltarse de aquel paracaídas hasta que el anochecer o el verbo recapacitar, o ambos, les hizo dar un salto atrás y seguir andando cada uno por ahí y por allá, bordeando los márgenes de la vida.



(Modisto)

sábado, 9 de mayo de 2015

MAS DE NO SÉ NI POR QUÉ


Las aventuras de Deperente XLVIII


Pocos meses después de su última ejecución, la prensa confirmó lo que ya se venía hablando desde hacía tiempo: se suspende la pena de muerte en el Estado de Nueva York.

Entonces… ¿Para qué?

Y Roswald vivió torturado por las pesadillas y por el peso de la conciencia abriéndole de parte a parte el esternón.

La mirada de Helen y la mirada de Roswald se cruzaron suspendidas en el aire en el último segundo en que aún le perduraba a ella la vida. Y esa puñalada recorría por los vericuetos de su cerebro tanto despierto como dormido.

Se habían conocido en una pizzería de Little Italy, y habían hecho el amor desde entonces, tanto convulsa, como delicadamente. Sin saberse y sabiéndose. Con delicados trazos de tortura. Con un hasta aquí y con un sigamos y sigamos.

Hasta que Helen fue condenada a muerte, y él tuvo que cumplir con su obligación de verdugo en una sociedad de tranquilas madreselvas e inquietantes nocturnidades.

Deperente recogió aquella mañana oblicua el manojo de carne en que se había convertido Roswald, donde todo era llanto de río prisionero de las obligaciones de un ciudadano ejemplar mas de no sé ni por qué lo hice.



(Modisto) 

domingo, 3 de mayo de 2015

A PARTIR DE CIERTAS LOS DATOS

Las aventuras de Deperente XLVII


Dice un estudio, que el número de pasajeros que transportaba la línea tres del metro de Nueva York ascendió en mil novecientos sesenta y siete a… bastantes miles (en mil novecientos setenta y siete es de bastantes miles más). Y otro estudio muy distinto, pero con igual rigor científico decía que el amor puede encontrarse a cualquier edad y en cualquier circunstancia. Ninguno de estos estudios probablemente lo leyera Justine, pero sí lo hizo Deperente, y eso le iluminó su cerebro de aunque no lo sepa en este momento algún día lo sabré, y pudo engarzar todos los datos que tenía sobre la mesa. En la estación de Harlem la vio, ahora disfrazada de modesta ama de casa que vuelve de las compras, y la vio actuar tal como él se lo había imaginado, con sutileza profesional y dotes de artista. El hombre, como tantos otros hombres antes, cayó embaucado por la mirada cortante y profunda de Justine que apenas rozaba con sus dedos el bolsillo de su chaqueta hasta hacer transportar su cartera de lugar.

Como tantos hombres antes que jamás mediaron palabra con Justine, el deambulante anónimo se perdió en la marea humana con una sonrisa en los labios y con un peso menos en su indumentaria. Justine se bajará en la siguiente parada, en la calle ciento cuarenta y cinco, y recorrerá el largo pasillo de la estación, pensando ya en
la treta que fabricará para el día siguiente, y con la esperanza de que la cartera esté llena. Pero esta vez, dos agentes de policía la pararán en las escaleras que dan paso al aire húmedo y frío de Nueva York. A ambos agentes, Justine los mirará con desprecio.

Justine tenía sesenta y nueve años cuando habló por primera vez con Deperente, y llevaba diez trabajando en el metro, desde pocos días después de quedar viuda y desamparada, y para sobrevivir, se pinchó en su cabeza lo que tantas veces su fiel esposo le había repetido y repetido, “Julien, no sirves para nada, pero tus dedos tienen la habilidad de un mago, y tus ojos son capaces de seducir al más duro protagonista de películas en blanco y negro. Y es que Morgan siempre le decía las palabras justas y menos esperadas para ella.



(Modisto) 

viernes, 1 de mayo de 2015

SONAMBULEANDO EN LA ALEGRÍA


Las aventuras de Deperente XLVI


Con quince años, Deperente bajó solo al Bronx por primera vez porque se decía que allí se escuchaba el auténtico blues que no nacía de las orillas del Missisipi, aquel que tenía más de verdad fuera de la raíz de su mundo. Y fue cierto. Y allí bebió bourbon junto a hombres sin máscaras, y se sintió hombre por primera vez. Y se sintió ser libre entre gente descarnada que cantaba lo que el día le había dado. Allí le regalaron su primer sombrero, que olía a algodón. Y nadie se extrañó de verse con un chico tan joven. Nadie le preguntó nada sobre su vida, sino que fue acogido como uno más de entre los que no se arrepienten de sus arrepentimientos. Fue hombre en campos abiertos y se sintió importante, con la importancia de los que se saben fuertes porque se saben de nadie siendo de todos.

A los tres días de su desaparición, un policía muy pasado de peso vino a rescatarlo y lo condujo de nuevo a la realidad.

De cualquier manera, su vida siguió sonando a música, y su esqueleto se movió siempre entre una gota de agua a punto de caer, y la huida.



(Modisto)