sábado, 27 de diciembre de 2014

CUANDO YO TE QUIERO PERO NO


Las aventuras de Deperente XXXVI


Desde pequeño escuchó voces que le prometían el futuro, pero se murió sin conocerlo. Cuando según las estadísticas, aún es pronto para traspasar el paréntesis de la vida e ingresar en la permanente cosmogonía de la muerte, Agripa murió de amor. A Deperente no le quedó otra cosa que hacer que certificar el suicidio cuando los operarios recogieron el cuerpo frío del río Hudson del profesor de latín de la Universidad de Columbia que había escrito durante veintitrés años, seis meses y catorce días, diariamente, ardientes y nocturnas cartas de amor que nunca obtuvieron respuesta, a su compañera de cátedra, Fedora, mujer infame que jamás le dedicó ni una sonrisa ni una palabra amable. Todo esto se supo después, cuando Deperente, no contento con el informe que avalaba el suicido, siguió investigando este caso de colores rosa y negro de luto, y una noche decidió entrevistarse con Fedora, y entre llantos descontrolados, le confesó que siempre estuvo profundamente enamorada de Agripa, pero que nunca vio el momento oportuno de decírselo.



(Modisto)

jueves, 25 de diciembre de 2014

CADA VEZ MÁS

Cada vez más gente deja el tabaco
Cada vez más gente fuma
Y se mira siempre a punto de caminar
La punta de sus zapatos
Pero sin doblar la esquina más cercana
En el error de los errores
De dejarse pasar la vida
Sin ser jamás sorprendido por la tormenta
Solo buscando refugio
En aquellas penalidades
Donde el volcán se apaga
En aquellos lugares de luces marchitas
Sin música
Sin voz
Sin flor en los labios
Sin corazón agitado



(Modisto)

sábado, 20 de diciembre de 2014

DECAÍDO



Me decaía
Decayéndome la injusticia
Decadente de esta vida
Eternamente decaída
Por los promotores del decaimiento
Sucia marea que todo lo inunda


(Modisto)

domingo, 14 de diciembre de 2014

VIGILANCIA DE HOMBRES CIEGOS


Las aventuras de Deperente XXXV


Nunca se prometió que aquel ni ningún otro sería el último cigarro, porque sabía que no lo iba a cumplir. Pero en esa ocasión estuvo a punto de cumplirlo, cuando al aplastar la colilla, silbó una bala por su oreja izquierda. Deperente se lanzó al suelo y se adelantó a los dieciocho meses que combatirá en Vietnam, y rodó hasta encontrar un lugar seguro. Se sintió vigilado, pero también se sintió cómodo entre la incomodidad del momento, por lo que su cabeza le dictó que aquello era una vigilancia de hombres ciegos.

Deperente no consideró que era el momento de estar tirado por los suelos, y se acordó de How high the moon interpretado por el fino violín de Stephan Grappelli, y sintió un deseo inhumano de estar en la luna, pasear vagamente por su superficie y asomarse a su lado oculto, para desde allí gritar, desde el silencio de los cobardes, que estaba asustado.

Sonaron más disparos, pero ya lejos, y entonces supo que no iban dirigidos hacia él. Y poco tiempo tardó en saber que alguien muy importante había muerto. Él estaba aquel día en Dallas, Texas. Recién llegado de una de sus fugas de vagabundo que duró una semana, lo habían llamado oscura y anónimamente para cubrir a una tal Jacqueline, enamorada de un hombre que no le correspondía a ella, pero sí a otras. Debía esperar en aquella esquina hasta que pasara un coche descapotable que lo hizo atropelladamente.

El primer periódico en siete días lo leyó esa noche.




(Modisto)

domingo, 7 de diciembre de 2014

SOLO TENGO TIEMPO PARA PERDERLO


Las aventuras de Deperente XXXIV

Después de la taza de café, empieza verdaderamente la conversación. Se llenan dos copas de whisky, y las palabras representan otra cosa. Son lo real.

-Mi madre llevaba años diciéndome que el poco tiempo que le quedaba de vida era para perderlo. Y eso es muy peligroso.
-¿Por qué dice eso?
-Porque una persona así es capaz de cualquier cosa.

Gianfranco llegó a la comisaría de Policía a las ocho y cuarenta y cinco A.M. y expuso su problema al señor de la entrada.

Y Deperente, cuando escuchó lo del “señor de la entrada” salir de esos labios entrecortados por el miedo, ya se imaginaba la cara socarrona del sargento Sinpersonalidad indicándole a ese pobre hombre asustado de chaqueta encogida, su despacho, el más pequeño y peor acondicionado de la Comisaría.

-Ya no estamos en la época de los gángsteres matones. El hombre ya ha pisado la luna, y la crisis económica que sufrimos es por el petróleo, no por las luchas familiares de los Borgia o los Medicis.
-¿Tiene un cigarro?

El Winston pasó de unos dedos serenos a una mano agitada. Deperente recordó la voz de un cantante de rock de New Jersey al que había oído cantar en una emisora de radio.

-¿Puedes concretarme más los detalles?
-Me han ordenado que mate a la mujer que más quiero.
-¿Y lo vas a hacer?
-No. Ya lo he hecho.

Se acordó de la canción. Un río apuraba su curso sobre un mundo perfectamente controlado por manos invisibles y poderosas, bajo un cielo que no ofrecía respuestas a dos jóvenes sin futuro.

La madre de Gianfranco desviaba dinero de las apuestas. Congelaba los dólares en una cuenta suiza y a los dos meses se repartían por diferentes obras de caridad de todo el mundo.

-Entonces, ¿por qué has venido hasta mí?, ¿para que te detenga?
-Es posible. No tenía otro sitio donde ir. Y después de esto ya no sé qué hacer con mi vida.
-Si te llevo ante un Juez, él sí lo sabrá.
-Puede que sea lo mejor. No merezco otra cosa.

Deperente nunca sabrá por qué lo hizo. Sabía muy bien, eso sí, que Gianfranco no se fugaría porque él era su última y única desesperanza, pero quiso abrirle una puerta más, aunque estaba claro que no la cruzaría. Cuando se bajó la bragueta y empezó a miccionar un río amarillento que nacía de su vejiga, un río también sin respuesta ni futuro, oyó los dos disparos, y aunque no supo quién los ejecutó, sí supo quién los recibió.

La mañana comenzó a perfumarse de más muerte. El silencio dio paso a los primeros gritos. Y la sangre alocada de Gianfranco sobre el sillón, el suelo, la pared y la mesa número veintitrés de aquel bar situado justo enfrente de la Comisaría de Policía, podría pasar perfectamente por un violento cuadro de Jackson Pollock.


(Modisto)


sábado, 29 de noviembre de 2014

LA INCOMODIDAD DE LLAMARSE DEPERENTE


 
Las aventuras de Deperente XXXIII

En el campo de entrenamiento de tiro, descubrió Deperente su facilidad para hacer blanco a distancia con un M16A1, el mítico fusil de asalto que haría las delicias de la Parca en Vietnam; y poco después, ya en el campo de batalla, Deperente también descubrió la incomodidad de su nombre: todos se acordaban de él: desde el servicio de alistamiento para reservistas, sus oficiales y hasta el vietcong llegó a saber de él, y lanzaba su nombre en las noches de selva.

Llegó un  momento en que la neurosis le llegó a creer que él era el protagonista estúpido de una guerra muy estúpida, mucho más estúpida que muchas de las muy estúpidas guerras que se habían sucedido en la estúpida Historia de la Humanidad. Y comenzó a sentir mareos y náuseas, no cuando mataba sino cuando no lo hacía. Porque a él lo habían mandado allí para matar, ya con veintiséis años, y cuando creía que esa guerra iba pasar por la puerta de su casa sin entrar ni en el portal.

Deperente se transformó en un  tipo frío y calculador cuando a los seis meses templó sus nervios y se arrodilló ante su destino, un destino bastante turbio y sin definir
 entonces, que luego se fue esclareciendo, sobretodo cuando en una tarde de luces vio en pleno centro de Saigón a Linh Lâm violada y muerta a palos por soldados americanos.


(Modisto)   

sábado, 22 de noviembre de 2014

MOMENTO ADECUADO



No ser el momento adecuado
No quiere decir
Que nunca sea el momento adecuado
Quiere decir que ahora
Y no más tarde
Pero que si es más tarde
Pues es que ese más tarde
Será un ahora
Y será el momento adecuado


(Modisto)

domingo, 16 de noviembre de 2014

DESCONCERTANTE CONCIERTO



Y te me desconcierto
Sin que me conciertes
Porque no me concierto en nada

Ni manos
Ni pies
Ni sístoles
Ni diástoles

Aconcertado me vuelco
Y desaconcertado me soy

¿No hay más concierto que el aeternum desconcertante de Bach?

Concierto una cita de palabras desaconcertadas
Y aconcertado me estoy
En el planeta de los desaciertos


(Modisto)

sábado, 8 de noviembre de 2014

ESENCIALMENTE



Esencialmente
Prima lo que prima
Priman las miradas profundas
Y las palabras suaves
Las gotas en los tejados soñolientos
Y el reguero que deja
La tinta de los adioses


(Modisto)

sábado, 1 de noviembre de 2014

TENGO GANAS DE ABURRIRME


 
 Las aventuras de Deperente XXXII


Cuando llegaban las diez de la noche de cada final de jornada, y los niños y el marido dormían, era cuando Martha Withsbourgh encendía un cigarro y lanzaba su humo al cielo pausado de Nueva York, y era cuando también lanzaba a las estrellas las sombras de su vida, resumidas en unas pocas palabras retenidas en un grito de dolor que eran un susurro en sus labios. Tengo ganas de aburrirme. Y a continuación, aún más bajo, se decía, y no sé cómo.

La respuesta le vino una tarde tórrida de singular belleza cuando lo vio venir otra vez completamente borracho y dispuesto a meterse en sus narices, y delante de los niños, una rayita.

Que me canso de todo lo que me pasa. Que me canso de ti. Que me canso hasta de los niños. Que estoy cansada de mi vida. Que tengo ganas de aburrirme. Y que no sé cómo conseguirlo si no es matándote de forma fulminante con este cuchillo porque no tengo otra cosa.

El hijo pequeño perdió el habla y no la recuperó jamás; el mayor, vive desde siempre en un mundo que no es este.

A Deperente lo avisaron dos horas más tarde, interrumpiéndole un vuelo de nenúfares hindúes que se colaban por la retina de un  niño que veía a su padre muerto en Gaza.

Se duchó con agua fría, y pensó que tenía ganas de aburrirse.


(Modisto)