domingo, 27 de julio de 2014

FRACASO


Seamos realistas y busquemos el fracaso
Nada anida más lejos del corazón
Que la herida mortal de un deseo no cumplido
Buscar el fracaso es buscar la vida
Porque en él se encierra lo que los demás quieren que abandonemos
Cuando el viento se topa dulcemente con nuestras caras
Y nos arroja el último beso de nuestras oportunidades
Es por tanto el último minuto de consuelo
El que nos ofrece el fracaso
El último eslabón que nos acerca a nosotros mismos
La cadencia última de un rugido estremecedor


(Modisto)

sábado, 19 de julio de 2014

PRINCIPIO DE UN COSMOS PARTICULAR



 
Las aventuras de Deperente XXV


Deperente perdió la virginidad de pie porque no fue capaz de llegar hasta su cama. Ni él ni su acompañante: una mujer mulata de edad madura que se acercaba por las casas de los vecinos para revisar el contador del agua. Deperente tenía diecisiete años y vivía esa época de no sé ni me lo planteo porque ya vendrá lo que sea y yo me voy y me vengo.

En fin, ahora estaba delante de sus notas en una tarde de lamentos, y leía, Tal vez le dije que sí cuando le tenía que haber dicho que no, y esas palabras le remontaron a treinta años atrás cuando el adolescente Deperente se volcaba sobre el cuerpo de una mujer de encuentro inesperado.


(Modisto)

sábado, 12 de julio de 2014

SOLEDADES CRUZADAS


 
Las aventuras de Deperente XXIV


La madre de Deperente era dueña de un enorme cuerpo que no tenía nada que ver con el de su marido. Se pintaba las uñas por la mañana como primera misión, y a partir de ahí dejaba que su hijo se criara libremente, dejándose llevar por las idas y las venidas del capricho del viento. Solo se entretenía la señora Deperente con su cuidado personal y con la escucha de las músicas que le llegaban distraídas desde balcones, ventanas y azoteas. A la señora Deperente le embaucaban la suave dulzura de sus miserias y el olor cristalino de su piel. De joven fue bonita, resultona, así sin más y sin menos, y la paleta de colores de la vida creía que siempre le iba a sonreír. Pero sus esbeltas formas se arrugaron con la edad y con un parto no deseado, y también por culpa de unas pastillas que tomó para un tratamiento de hormonas. Sin embargo, ella seguía siendo para sí misma la más encantadora de las mujeres con las que se topaba y a las que criticaba en silencio. Pero llegó un día en que ya apenas saldría de casa. Arrinconada en su más íntimo yo, comenzó sin descanso a coleccionar soledades. Y aún era joven, pero la marchita sombra del destino la cubriría para siempre. Ahora se acostaría de nuevo, como hacía siempre tras el desayuno, con las uñas aún húmedas por el esmalte y con el corazón lleno de lágrimas escondidas. Deperente se le quedaría mirando, y rápidamente volvería a jugar con su tren de madera.
(Modisto)

sábado, 5 de julio de 2014

POR TELÉFONO DIGO


 
Las aventuras de Deperente XXIII


-¿Me has llamado?
-No. No lo he hecho, pero ya que lo has hecho tú podríamos quedar para dentro de un rato.
-¿Qué te parece si comemos en la pizzería de siempre?
-No. He conocido otra mejor en Queens Boulevard, esquina con la 39. Justo al lado de una floristería. ¿La conoces?
-Creo que sí.
-No recuerdo su nombre, pero en aquella zona no hay otro restaurante italiano.
-De acuerdo. Lo encontraré.
-Nos vemos allí a las ocho.

Y mientras los dos a la vez colgaban sus respectivos teléfonos, Imprevisto se humedeció los labios uno en el otro, y Deperente se sumergió en un océano de dudas.


(Modisto)