El agente Deperente del Departamento de Policía
del Amor, halló el cadáver en una esquina olvidada muy lejos de la Quinta avenida, a las trece
horas y cuarenta y cinco minutos, justo un minuto después de sentir un vértigo
en las tripas a pesar de no haber probado bocado desde la tarde del día
anterior. Pero al ver a la mujer de unos treinta y cinco años con la soga al
cuello y la color de la piel perdida, ese vértigo se convirtió en náuseas
incontroladas, y vomitó una bilis de color verde que le produjo un mareo de no
saber ni de dónde ni de cuándo.
Más que por nada, era por comprobar que la
joven tenía tatuado su nombre en el brazo izquierdo, por lo que le subió la
manga de la blusa, tras el humo de su cigarro, y así certificó, después de
fijarse un rato de segundos innecesarios que ella había sido su novia de la
infancia, y que había caído en el tumulto de la prostitución y las drogas.
Deperente, después de secarse las últimas
babas que le caían ya sobre el pecho, le dijo a su ayudante, No, si estoy bien,
ella se llamaba Secominuca, era un acorde desafortunadamente afinado, y yo aún
la amaba.
(JP Modisto)
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