sábado, 28 de septiembre de 2013

MUDANZA



Las aventuras de Deperente II

El coche no quería arrancar aquella mañana fría de octubre. Y miró con nostalgia a su vecina del piso de abajo a través del cristal y del baile de los limpiaparabrisas, cómo dirigía a los rudos hombres del camión de mudanzas con gesticulación serena y firme. Deperente sabía que el caso que estaba investigando se hallaba en tiempo muerto y que no iba a avanzar si él llegaba pronto a la cita. Por eso, decidió seguir mirando a la vecina de piernas largas y melena triste, con la que jamás había intercambiado palabra más allá de los obligados saludos y despedidas, durante los dos años que casi habían vivido juntos, él arriba y ella abajo. Y empezó a lamentarlo.



(Modisto)

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