sábado, 12 de abril de 2014

REPETICIONES RUTINARIAS


                                               
Las aventuras de Deperente XV


Cuando llegas a la Comisaría número siete del distrito veintitrés de la ciudad de Nueva York, la primera persona que te encuentras es un hombre singular, de abdomen abultado y que viste siempre el traje oficial de gala con botones dorados redondos de un diámetro de hasta no poder más, abrochados todos, desde el cuello hasta casi los tobillos.

-Soy el sargento Sinpersonalidad, ¿en qué puedo servirle?

Esas palabras las repite cientos de veces durante el día, y siempre lo hace con la misma sonrisa falsa de un profesional de la recepción de quejas, quebrantos y denuncias varias. El tono es el mismo si el oyente es un ministro perdido o una prostituta de barrio. Pero Sinpersonalidad no era una máquina, y tras muchos años de servicios intachables, levantó la voz a una mujer enamorada.

-¿Qué se ha creído, que esto es una agencia matrimonial?

Y no. No lo era. Era una comisaría caótica en medio de una ciudad caótica que pertenecía a un mundo caótico.

La mujer replegó velas, agachó su cabeza y se marchó con su ojo amoratado y su costilla rota dispuesta a inundarse en la marea de las almas urbanas.

“No, pero si yo aún lo quiero”, fueron las primeras palabras que le dirigió a Deperente cuando la rescató ya cerca de la puerta de salida del edificio al ver que ella estuvo a punto de caer desmayada de amor; y las dijo, cuando su rostro se desvanecía tras el calor humeante de una taza de café. ¿Cuántas veces habrá escuchado el teniente esa frase, y cuántas veces él mismo la habrá dicho y muchas más la habrá pensado?



(Modisto)

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