Las aventuras de Deperente XLIV
En el momento de hacerlo,
no supo muy bien el motivo ni siquiera por qué estaba allí, el caso es que
Liberty Wallace se balanceaba sobre una sonrisa permanente bajo los álamos de
aquella plaza triste abandonada de alegría, y levantaba las miradas cabizbajas
de los paseantes más desarropados. A lo lejos se escuchaban un piano sordo y un
saxo herido. Liberty ya empezaba a vislumbrar los noticieros que recorrerían la
ciudad al día siguiente, y se veía fotografiado un poco más allá, minutos antes
de entrar en la sala de la muerte, como continuación de la muerte que la
llevaría a la suya. Los acuerdos y desacuerdos habían llegado a su fin la noche
anterior en una escalera llena de peldaños cada vez más violentos, con
Deperente mirando el poso de su taza de café, y con una luna incierta abrigando
los corazones más sensibles.
(Modisto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario