LA SOLEDAD DE LO
COTIDIANO
XXIII
Perdió un ojo pero aún le quedaba
el otro
Por donde podría ver
El abrazo indestructible de una
madre
O la herida del recuerdo de un
amigo
(Modisto)
LA SOLEDAD DE LO
COTIDIANO
XX
Hicimos planes para robarle al
jefe y deshacernos de su cuerpo
Aunque al jefe ya lo asesinaron
los deseos y los sueños de los empleados
A eso de las tres de la tarde cuando
todos dormían
Y el perro no ladraba
Aunque para ladrar ya estaba la
vecina
Que descolgaba con facilidad el
teléfono para llamar a la autoridad
Cada vez que se acercaba un
ladrón o un asesino a la casa del jefe
Solo para fastidiar
A los que insistíamos en luchar
por hacerla libre
(Modisto)
LA SOLEDAD DE LO
COTIDIANO
XIX
Según los expertos
Aplacar el calor con el abanico
no es práctico
Sigue dando calor
Pero los expertos no valoran su
subyugante ritmo incansable y armónico
Su aleteo al compás
Ese adorable runrún de sus
colores abriéndose paso entre el viento cálido
De tus alocados brazos que sudan
frenéticos por el deseo del frescor
(Modisto)
LA SOLEDAD DE LO
COTIDIANO
XVIII
Cuando mi tarjeta se sumerge en
tu boca
Y rastrea tu lengua hasta
resbalar por tu garganta
En ese desconocido y siniestro
mundo de los beneficios y las deudas
Y se activa la musiquilla del
grillo
Y escupes como un insulto mi
dinero
Y corro asustado
Nunca se sabe cuándo vuelve a
activarse la actividad de un ladrón
(Modisto)
LA SOLEDAD DE LO
COTIDIANO
XVI
Me hablan con tristeza del recibo
Es imposible hacerlo de otra
forma
Cada mes
Llega en el silencio de un ruido
constante
Que intenta calcular cuánto me
queda de vida y cuánto pagué por ella
Y si tras mi muerte habré vivido
lo suficiente
Para cubrir los gastos de mi tumba
(Modisto)