Las aventuras de
Deperente IV
Dicen que alguien entró
silenciosamente en la casa sin encender la luz. Abrió el frigorífico y se
sirvió un vaso de leche fría que se tomó tranquilamente sentado a la mesa de la
cocina, luego fregó el vaso y lo colocó en el sitio de donde lo había cogido.
Sorteó los obstáculos que se le presentaban en la oscuridad (sillas, mesas, un
sofá, o puertas) con la habilidad de quien conoce bien la casa. Entró
sigilosamente en la habitación de la muchacha, y allí la violó arrancándole el
pijama y las bragas, con la mano izquierda fuertemente tapándole la boca y con
una destreza en toda su actuación de quien no lo hace por primera vez. Al
acabar, aún excitado y jadeante, la estranguló como paso previo a la huida, que
consistió en un andar sobre lo ya andado. Una vez enfrentado al frío aire de la
calle, el ladrido lejano de un perro le advirtió que el peligro permanecía allá
por donde iba, y aceleró el paso hasta encontrarse dentro del coche varias
calles arriba, y arrancarlo, para no ser más que una sombra perdida de la
noche. Empezó a gotear una lluvia casi de nada.
El cadáver fue encontrado tres
días después gracias a la extrañeza de una vecina que tenía las llaves de la
casa, y a un bizcocho que le preparó a la joven y que le servía de pretexto
para verla.
Algún cargo importante
dictaminó que aquello era un caso de amor desenfrenado e irracional y movió los
hilos para que el encargado del caso moviera a su vez sus hilos, y esos hilos
fueron hilos telefónicos pues no tardó en llamar a los familiares de la joven
para reunirlos esa misma tarde en la casa. Una vez montado el teatrillo, se
dispuso a trazar un plan, que como siempre, se basaba en la observación y en el
ataque directo.
La función empezó en el
momento en que alguien más que los familiares entró en la escena del crimen y
se presentó. Al oír su nombre, uno de los familiares sufrió un parpadeo
ridículo en el ojo izquierdo, un gesto nervioso que no pasó desapercibido para
el Teniente Deperente, encargado del caso, y que entraba y se presentaba en ese
momento de parpadeo ridículo. Ambos no tardarían mucho en hablar a solas.
( Modisto)
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