domingo, 13 de octubre de 2013

RECONSTRUCCIÓN DE LOS HECHOS




Las aventuras de Deperente IV

Dicen que alguien entró silenciosamente en la casa sin encender la luz. Abrió el frigorífico y se sirvió un vaso de leche fría que se tomó tranquilamente sentado a la mesa de la cocina, luego fregó el vaso y lo colocó en el sitio de donde lo había cogido. Sorteó los obstáculos que se le presentaban en la oscuridad (sillas, mesas, un sofá, o puertas) con la habilidad de quien conoce bien la casa. Entró sigilosamente en la habitación de la muchacha, y allí la violó arrancándole el pijama y las bragas, con la mano izquierda fuertemente tapándole la boca y con una destreza en toda su actuación de quien no lo hace por primera vez. Al acabar, aún excitado y jadeante, la estranguló como paso previo a la huida, que consistió en un andar sobre lo ya andado. Una vez enfrentado al frío aire de la calle, el ladrido lejano de un perro le advirtió que el peligro permanecía allá por donde iba, y aceleró el paso hasta encontrarse dentro del coche varias calles arriba, y arrancarlo, para no ser más que una sombra perdida de la noche. Empezó a gotear una lluvia casi de nada.




El cadáver fue encontrado tres días después gracias a la extrañeza de una vecina que tenía las llaves de la casa, y a un bizcocho que le preparó a la joven y que le servía de pretexto para verla.

Algún cargo importante dictaminó que aquello era un caso de amor desenfrenado e irracional y movió los hilos para que el encargado del caso moviera a su vez sus hilos, y esos hilos fueron hilos telefónicos pues no tardó en llamar a los familiares de la joven para reunirlos esa misma tarde en la casa. Una vez montado el teatrillo, se dispuso a trazar un plan, que como siempre, se basaba en la observación y en el ataque directo.

La función empezó en el momento en que alguien más que los familiares entró en la escena del crimen y se presentó. Al oír su nombre, uno de los familiares sufrió un parpadeo ridículo en el ojo izquierdo, un gesto nervioso que no pasó desapercibido para el Teniente Deperente, encargado del caso, y que entraba y se presentaba en ese momento de parpadeo ridículo. Ambos no tardarían mucho en hablar a solas.

( Modisto)


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