domingo, 14 de diciembre de 2014

VIGILANCIA DE HOMBRES CIEGOS


Las aventuras de Deperente XXXV


Nunca se prometió que aquel ni ningún otro sería el último cigarro, porque sabía que no lo iba a cumplir. Pero en esa ocasión estuvo a punto de cumplirlo, cuando al aplastar la colilla, silbó una bala por su oreja izquierda. Deperente se lanzó al suelo y se adelantó a los dieciocho meses que combatirá en Vietnam, y rodó hasta encontrar un lugar seguro. Se sintió vigilado, pero también se sintió cómodo entre la incomodidad del momento, por lo que su cabeza le dictó que aquello era una vigilancia de hombres ciegos.

Deperente no consideró que era el momento de estar tirado por los suelos, y se acordó de How high the moon interpretado por el fino violín de Stephan Grappelli, y sintió un deseo inhumano de estar en la luna, pasear vagamente por su superficie y asomarse a su lado oculto, para desde allí gritar, desde el silencio de los cobardes, que estaba asustado.

Sonaron más disparos, pero ya lejos, y entonces supo que no iban dirigidos hacia él. Y poco tiempo tardó en saber que alguien muy importante había muerto. Él estaba aquel día en Dallas, Texas. Recién llegado de una de sus fugas de vagabundo que duró una semana, lo habían llamado oscura y anónimamente para cubrir a una tal Jacqueline, enamorada de un hombre que no le correspondía a ella, pero sí a otras. Debía esperar en aquella esquina hasta que pasara un coche descapotable que lo hizo atropelladamente.

El primer periódico en siete días lo leyó esa noche.




(Modisto)

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