sábado, 4 de julio de 2015

BLANCA ES LA LECHE EN LA OSCURIDAD DE LA NOCHE


                                                                                                               Las aventuras de Deperente LIV


La muchacha se llamaba Maureen O’ Sullivan pero no era actriz y jamás estuvo en África, ni subida a los árboles ni tumbada sobre la hierba. Desde pequeña fue admirada por su belleza y por sus maneras tan delicadas. Más de uno en su fuero interno pronosticaba inconscientemente que alguien, cualquier día de lluvia o de sol, cualquier minuto de locura la mataría porque era tan bella como los poemas de los poetas enamorados. Y eso seguro que alguien no lo podría resistir.

Maureen se hizo muchacha con ese negro presagio adornando sus cabellos como un golpeteo constante de baquetas sobre la batería. Pero ella siempre fue ignorante de aquella extraña mezcla de lágrimas caídas sobre su bello rostro, y el hecho más cierto de su corta existencia es que ella solo quería ser feliz. Y para ser plenamente feliz abrazó la fe de Cristo. Se hizo una más de sus esposas o novias. Deperente, repasando cronológicamente sus notas, se confundía y se veía como un pato en un estanque seco.

Maureen, desde el día que decidió seguir los pasos de las Hermanas de la compasión divina, y hasta el día de su trágica muerte vivió almidonada en músicas celestiales y en acordados sabores de naranjas exprimidas. Por eso, cuando esa noche aciaga vio a su tío en su habitación, rezó el avemaría una y otra vez hasta ser despellejada y violada. Solo le quedaba rezar y comprobarse penetrada por un demonio que bebía leche y al que le gustaba andar por la casa a oscuras. De esas cosas presumía.



(Modisto)

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