viernes, 7 de septiembre de 2018


III.       Disparar por disparar.

Ver fotografías en blanco y negro es una máquina natural de retroceso en el tiempo. Todos se ven más jóvenes, eso es evidente, lo mismo de evidente que muchos de los que están en aquella escena congelada ya hace tiempo que ni se podrían ver si estuvieran allí, ni nadie los puede ver en una imagen fuera de allí. Hay muchos niños. Gente mayor. Pocos jóvenes. Y todos, con aspecto de gente humilde, pero alegre. Siempre celebrando algo, aunque sea solamente lo de ir una tarde a un paseo por el parque.

-Siempre te han gustado las fotos.

-Es que ya son  muchos años. Y lo que me gusta es guardar los recuerdos.

-Pero mira que traerte tantas fotos a un sitio como este…

-Bueno, ya sabes que este es un buen sitio para reencontrarnos con lo que hemos sido.

-Mira, mira, en esta tengo bien agarradas las galletas y el tazón de chocolate.

-Sí. Es el cumpleaños de tu tío. En nuestro patio. Estamos todos.

-También la bruja.

-Era el principio del fin.

-Sí, y yo solo soy un niño y mi tío también. A ti se te ve muy bien. ¿Y la Vespa?

-Por ahí la conservo todavía. Siempre impoluta y siempre dispuesta al tráfico.

-Al tráfico de todo –risas.

-Al tráfico de casi todo –risas.

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