Las aventuras de Deperente XI
La cosa podría haber sucedido de otra
forma, pero sucedió como sucedió. John Dewley salió de casa como cada mañana a
las 7:30 A.M., y antes de llegar a la decena de pedaladas, Tom Gilderstern lo
abordó bruscamente derribándolo con la única intención de reducirlo y
acuchillarlo repetidas veces en diversos lugares de su cuerpo, sin método ni
escrúpulos, vestido el momento con el
traje voluptuoso de la venganza. Ambos, tanto víctima como verdugo, jadeaban
agitadamente, hasta que John dejó de hacerlo. Fue, cuando Tom soltó el
cuchillo, rastreó en su bolsillo derecho, con lo que ensució de sangre del otro
su pantalón de buena marca registrada como auténtica, se tropezó en su rastreo
con una placa de policía, pero lo que finalmente sacó fue el móvil de la
víctima, y marcó un número de teléfono. Deperente se puso al aparato y escuchó
los argumentos de por qué todo aquello había sucedido. Los asesinatos pasionales
son crueles, pero fáciles de resolver.
(Modisto
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