Las aventuras de Deperente IX
Mucho más allá de todo, está el primer
beso, que fue dado con inocencia y con, sobretodo, deseos de que no fuese el
último. Por eso, la luna iluminaba aquella noche con la luz tenue de las noches
de más esplendor de todo eso que se esconde en la cajita de las sorpresas, y
¡puf!, sale solo y exclusivamente, y nada más y nada menos que para colorear la
salobre piel que deja la vida. De ahí, que Secominuca se dejara llevar por el
raro magnetismo de lo imposible. Nadie, y mucho menos ella misma, podía
sospechar que todo era un engaño. Deperente estaba muy lejos de todo aquello.
(Modisto)
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