sábado, 3 de mayo de 2014

JUGAR CON BARCOS



Las aventuras de Deperente XVII

Cuando era niño, jugaba con barcos a cruzar mares aún no descubiertos, y subía por las calles de Harlem escuchando la música que salía de las ventanas y de los balcones, alguien que te avisa desde su contrabajo o que reclama tu atención desde un saxo herido. Se llamaba Elsa o acaso tenía otro cualquier nombre, dos trenzas rubias y una sonrisa de cristales y adormideras. Pero no era su silencio lo que más le gustaba de ella ni tampoco ese aire de santa beatificación que la perseguía y que podía vérsele sin apenas esfuerzo. Era el agua que derramaba por sus poros y que formaba ríos por los que navegar sus barcos.


Ahora sería una mujer vieja y arrugada. O ya estaría muerta. Pero para Deperente, siempre sería la niña mimada del número veintitrés de su calle, la que  nunca se juntaba con su pandilla, y que paseaba a su perro todas las tardes a las cinco.

(Modisto)


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