sábado, 24 de mayo de 2014

ROBO A MANOS LLENAS



Las aventuras de Deperente XX


“El amor de mi vida  no tiene corazón porque yo se lo he robado”.

Deperente e Imprevisto se citaron  por primera vez muy lejos de todo. Allí donde el lugar de los encuentros no es un encontronazo. Era una tarde de tiritones, de esas que dejan huella.

Esas fueron también las primeras que oyó Deperente desprendidas de los labios carnosos de Improviso nada más verse. Y se preguntó por su destino y por qué aquel hombre calado en una gabardina y tan espigado como un rascacielos, era capaz de decirle todo aquello y de un tirón, sin apenas aliento y sin apenas un apenas.

La tarde caía como una enigmática amenaza, Imprevisto levantó su café y Deperente su vaso de whisky.

-Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido…

Deperente tuvo que retirar su mirada, de la  mirada fija y penetrante de Imprevisto. El cielo volvió a volcarse más negro, el pan comenzaba a amasarse en las panaderías, y después de un suspiro inquieto, solo se escuchó de nuevo la tímida voz de Imprevisto.

-Yo solo sé que te quiero. El resto es fango y miseria.

Deperente desconocía la ópera, y con una excusa no creíble, lanzó unos dólares sobre la mesa. Imprevisto lo vio marchar y se sintió relajado. Se había desprendido de una pesada carga y había prendido una mecha que ahí quedaba.

Imprevisto dejaba que las calles se le colaran por sus rodillas. Y así era feliz. Filtrándose por las noches. Y era feliz porque los cruces y esquinas rodadas no eran piedras.


(Modisto)

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