Las aventuras de Deperente XXI
Con quince años, Deperente no era ningún santo, y
estaba muy lejos de pretenderlo. Solo se preocupaba de vaguear por las calles
de su barrio, Harlem, y de trapichear con
pequeños hurtos para ir sobreviviendo en una vida que sus padres no le
podían dar. Sin embargo, en el instituto era otra cosa, y no buscaba otra cosa
que aprender. Según en qué etapa de su infancia y adolescencia se había
interesado por alguna materia (Ciencias, Matemáticas, Historia…) y lo había
hecho con dedicación plena sin olvidar las otras. El trato con los demás era
exquisito en las aulas y gamberro en las calles. Jugaba al béisbol, pero fue
uno de los primeros neoyorquinos en interesarse por el fútbol europeo, cuando
en la televisión del bar donde pasaba
horas y horas muertas o jugando al ajedrez, por error emitieron un partido
entre dos equipos ingleses. Vio allí algo distinto que nunca pudo descifrar del
todo en su vida de setenta años. El béisbol sí, el béisbol lo controlaba, pero
el fútbol europeo no, y eso dentro de su cabeza siempre con ganas de aprender,
lo hacía más atractivo. Y por eso lloró en el año ochenta y seis, cuando vio en
diferido el gol de Maradona contra Inglaterra, y lloró por la emoción de ver la
culminación del arte en una actividad deportiva, y también lloró porque no pudo
verlo en directo por culpa de un juicio que tenía a esa misma hora.
Deperente, un
joven de quince años, escondido en un coche, acariciaba una pistola y
estaba a punto de entrar en un banco para arrasarlo y llevarse un botín de un
millón o de un par de dólares, eso nunca
lo sabría, pues la banda estaba formada por pipiolos en el refinado arte del
robo a gran escala, cuando uno de sus compañeros se tropezó con una novela de
Raymond Chandler que a saber cómo había
llegado hasta allí y se la pasó.
-Anda, lee un poco para relajarte, antes de que
entremos.
Y los dos primeros párrafos fueron suficientes
para que el joven Deperente saliera corriendo de aquel encierro bordeado de
nubes, para no volver más.
(Modisto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario