Las aventuras de Deperente XVIII
Era una madrugada de agujas afiladas, de esas que
duermes tres o quince minutos, te despiertas, vuelves a intentarlo, y a veces
lo consigues, pero la mayoría no. Y no lo consigues porque la vida te inunda de
sus maldades y se arroja contra ti como lo haría un Polifemo enfadado.
Son las cinco de la mañana y Deperente ha mirado
el reloj seis veces. Es una mentira en verdad lo que vive durante la noche.
Noche de oscuridades y de sobresaltos.
Era demasiado temprano y Deperente había logrado
al fin un sueño profundo también ahora interrumpido. Era la mañana siguiente, y
alguien llamaba a la puerta con tanta fuerza que la iba a echar abajo.
Secominuca venía dolorida y con un torrente en los
ojos, por eso no pudo ver claramente el aspecto lamentable de Deferente cuando
abrió la puerta. En calzoncillos, barba y ojos con bolsas de supermercado, no
presentaba su mejor aspecto.
(Modisto)
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