sábado, 17 de enero de 2015

SI YO TE CONTARA SIN CUENTO (ASESINOS SIN ASESINAR)



Las aventuras de Deperente XXXIX

La madre de Deperente jamás le contó un cuento de pequeño, por eso, se maravillaba tanto de las historias que le narraban los asesinos.

-No, pero si yo no fui pero pude haber sido.
-Sí, lo he hecho y no estoy arrepentido.
-Jamás he visto a esa mujer.
-No sé de qué me habla.

Eran asesinos vocacionales, asesinos circunstanciales, asesinos por accidente, asesinos sin asesinar…

Scotius pasó cinco años de su vida en la cárcel compartiendo la amargura del señalado por la justicia con un dedo equivocado, uno de esos dedos del que el error arruina vidas de inocentes. Susan llegó empapada de lluvia y de hermana desesperada, y su historia de los hechos era tartamudeante e inconexa. Un hombre que huye en una estrecha calle, una madrugada de cartón piedra donde todo se da por casualidades irracionales, y una mujer bien muerta con un elegante vestido rosa empapado con el olor de la sangre que nace unos centímetros más arriba de su plano abdomen, y un hombre que podría ser el Rey de los ingenuos si los ingenuos tuvieran un reino, que ve las sombras de lo
ocurrido y que se acerca al cuerpo inerte al que toca ingenuamente, e ingenuamente ve sus manos del mismo color que la mancha superpuesta sobre el color original del vestido de la joven postrada sobre la gélida acera.

Jamás había visto un muerto de muerte violenta, tenía treinta y cuatro años y esa semana le adjudicaron el turno de noche en un bar de Bedford street, un modesto establecimiento abierto dieciséis horas al día, morada de borrachos simpáticos y algunos otros violentos, y donde Scotius servía copas y copas sin él beberlas jamás. Miró sus manos y salió corriendo.

Todo lo que vino después ya lo contó Alfred Hitchcock, y antes que él, Kafka. No hay por qué gastar energías en mejorar algo inmejorable.

Fue el detalle de los pies planos de Scotius, lo que le hizo ir tirando del hilo hasta lograr que saliera de la cárcel. Pero lo que Deperente no consiguió, fue que saliera totalmente de la pesadilla que había vivido.


(Modisto)

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