viernes, 20 de septiembre de 2019


DESAPARICIONES CON FIRMA

Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos

(Mario Benedetti. Desaparecidos)

Es triste que lo hubieran matado así, cuando nadie sabía mucho de él desde hacía un año más o menos cuando su mujer dio el aviso de que su marido no aparecía por casa desde hacía tres días, que salió de casa con la hija de ambos para acompañarla al colegio como cada mañana, justo cuando llovió por última vez y a todos nos pilló por sorpresa y sin paraguas, y eso creo que nos despistó a todos, y quizás fuera por eso que hasta ayer yo no echara de menos a mi marido y a mi hija hasta ayer por la noche, cuando caí en la cuenta de que era jueves y de que ese es el día de la semana en que intentamos inútilmente recomponer nuestro fracasado matrimonio, y fue entonces cuando en el hueco del lado de la cama que ocupaba normalmente mi marido, él no estaba, y entonces caí en la cuenta de que no estaba esa noche ni estuvo las dos noches anteriores, pero la noche de ese jueves como la de todos los jueves, era cuando yo lo necesitaba, y entonces solo pude conformarme con el dulce placer de congeniarme conmigo misma, lo cual siempre me es bastante agradable y reparador y hasta placentero, antes de llamarles a ustedes para saber sobre el paradero de mi marido, y entonces van y me dicen que tengo que acercarme a esta comisaría y aquí acaban de decirme que lo han matado un año después de que yo lo matara, según ustedes, me acaban de culpar de algo que yo no hice, porque yo lo amaba al menos todos los jueves por la noche, no me creerán, pero yo alguna vez perdí el conocimiento esos jueves de a veces locura que tan inolvidables fueron, de cualquier manera, es triste que lo hayan matado así, sin dejar huellas y tras una larga tortura cuando era un amante tan tierno y tan firme como lo es la mirada de un águila en su vuelo. Yo nunca lo habría matado así, desde luego, lo habría hecho de una forma más sofisticada, no sé, tal vez con veneno, o con alguna pastilla diluida en su vaso de leche de los jueves antes de acostarnos, en aquellos momentos donde rompíamos los tímpanos de quienes más allá y más lejos, querían vernos lo más dormidos posible. Nunca lo hubiera torturado a no ser que yo perteneciera a una de esas familias que sufrieron la desaparición de alguno de sus familiares y que los galones del traje militar de mi marido que dejaba sobre el galán de noche, hubiera dejado su firma.

(Modisto)

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