DESAPARICIONES
CON FIRMA
Están en algún sitio /
concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
(Mario Benedetti. Desaparecidos)
Es
triste que lo hubieran matado así, cuando nadie sabía mucho de él desde hacía un
año más o menos cuando su mujer dio el aviso de que su marido no aparecía por
casa desde hacía tres días, que salió de casa con la hija de ambos para
acompañarla al colegio como cada mañana, justo cuando llovió por última vez y a
todos nos pilló por sorpresa y sin paraguas, y eso creo que nos despistó a
todos, y quizás fuera por eso que hasta ayer yo no echara de menos a mi marido
y a mi hija hasta ayer por la noche, cuando caí en la cuenta de que era jueves
y de que ese es el día de la semana en que intentamos inútilmente recomponer
nuestro fracasado matrimonio, y fue entonces cuando en el hueco del lado de la
cama que ocupaba normalmente mi marido, él no estaba, y entonces caí en la
cuenta de que no estaba esa noche ni estuvo las dos noches anteriores, pero la
noche de ese jueves como la de todos los jueves, era cuando yo lo necesitaba, y
entonces solo pude conformarme con el dulce placer de congeniarme conmigo
misma, lo cual siempre me es bastante agradable y reparador y hasta placentero,
antes de llamarles a ustedes para saber sobre el paradero de mi marido, y
entonces van y me dicen que tengo que acercarme a esta comisaría y aquí acaban
de decirme que lo han matado un año después de que yo lo matara, según ustedes,
me acaban de culpar de algo que yo no hice, porque yo lo amaba al menos todos
los jueves por la noche, no me creerán, pero yo alguna vez perdí el conocimiento
esos jueves de a veces locura que tan inolvidables fueron, de cualquier manera,
es triste que lo hayan matado así, sin dejar huellas y tras una larga tortura
cuando era un amante tan tierno y tan firme como lo es la mirada de un águila
en su vuelo. Yo nunca lo habría matado así, desde luego, lo habría hecho de una
forma más sofisticada, no sé, tal vez con veneno, o con alguna pastilla diluida
en su vaso de leche de los jueves antes de acostarnos, en aquellos momentos
donde rompíamos los tímpanos de quienes más allá y más lejos, querían vernos lo
más dormidos posible. Nunca lo hubiera torturado a no ser que yo perteneciera a
una de esas familias que sufrieron la desaparición de alguno de sus familiares
y que los galones del traje militar de mi marido que dejaba sobre el galán de
noche, hubiera dejado su firma.
(Modisto)
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