LA FÁBULA DEL
JUEGO DEL POLLO
Larga vida al
Rock and Roll, Francisco Benavides
Debía
acercarse la hora de llamar al pollo, bueno al pollo no lo iba a llamar porque no
me contestaría, probablemente no cogería el teléfono, no por mala educación
sino porque lo más seguro es que el pollo no tuviera teléfono, y si no tenía
teléfono, ¿cómo o para qué lo iba a llamar?, no, a quien tenía que llamar
cuando se acercara la hora de los juegos, que parecía que se acercaba, era al
pollero, que sí tenía teléfono, y no al pollo que no tenía, y encargarle uno y
medio de sus pollos, o dos, porque eso de cortar un pollo me da un poco de
grima, dos mejor, ya ven que tengo algo de vegetariano o vegano, y cuando el
pollero me pregunte que para qué hora lo querría, yo le debía contestar que
para cuando acaben los juegos más una media hora de camino, que lo apunte bien
porque la última vez no había pollo a la hora convenida, pero claro, él me
puede replicar que él no sabe cuándo acaban los juegos, pero el problema es que
yo tampoco, y como son tan divertidos para mis compañeros de juego, la cosa
puede alargarse bastante, a veces llega la noche y seguimos jugando, ellos
entre carcajadas, yo aguantando las lágrimas con gran esfuerzo y pensando que
ya el pollo me lo comeré para la cena.
(Modisto)
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