sábado, 7 de septiembre de 2019


LA FÁBULA DEL JUEGO DEL POLLO

                                   Larga vida al Rock and Roll, Francisco Benavides



Debía acercarse la hora de llamar al pollo, bueno al pollo no lo iba a llamar porque no me contestaría, probablemente no cogería el teléfono, no por mala educación sino porque lo más seguro es que el pollo no tuviera teléfono, y si no tenía teléfono, ¿cómo o para qué lo iba a llamar?, no, a quien tenía que llamar cuando se acercara la hora de los juegos, que parecía que se acercaba, era al pollero, que sí tenía teléfono, y no al pollo que no tenía, y encargarle uno y medio de sus pollos, o dos, porque eso de cortar un pollo me da un poco de grima, dos mejor, ya ven que tengo algo de vegetariano o vegano, y cuando el pollero me pregunte que para qué hora lo querría, yo le debía contestar que para cuando acaben los juegos más una media hora de camino, que lo apunte bien porque la última vez no había pollo a la hora convenida, pero claro, él me puede replicar que él no sabe cuándo acaban los juegos, pero el problema es que yo tampoco, y como son tan divertidos para mis compañeros de juego, la cosa puede alargarse bastante, a veces llega la noche y seguimos jugando, ellos entre carcajadas, yo aguantando las lágrimas con gran esfuerzo y pensando que ya el pollo me lo comeré para la cena.

(Modisto)

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