EL DESPERTADOR
Yo
de pequeño no necesitaba despertador, ese para mí era un artilugio tan extraño
como desprotegido de ningún cuerpo, porque ya el cuerpo y la voz para
despertarme y el olor a pan tostado lo ponía mi abuela que además me cantaba
Suspiros de algo que ella decía que era España sin yo saber muy bien ni lo de
los suspiros ni lo de España, pero que con su voz yo ya me sentía amparado en
un nuevo día del que nadie iba a ser capaz de desembarcarme.
(Modisto)
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