LA EMPERATRIZ
DEL LUJO
Nunca
pudo permitirse el lujo de no verse rodeado de lujos, y cuando el Monte de
Piedad fue adornado con la última piedra que le quedó de su último collar, supo
que llorar amargamente solo le serviría para que el maltrecho suelo de su ahora
más que nunca amplio salón deshabitado se cubriera, primero en los rincones y
luego subiendo por las paredes hasta ocuparlo todo, y por eso lo hizo
precisamente, por eso lloró, porque el moho, había leído en alguna parte,
contenía tanta vida, como vida pudieron haber albergado sus elegantes fiestas
con sus bailes, de cuando antes ella fue la reina con el brillo de sus ojos
dando luz a las risas y a las alegrías que llevan consigo el lujo endiablado
del llanto de ahora.
(Modisto)
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