COMO SI FUERA LA ESPOSA DE MARSELLUS
WALLACE
Es algo que si ella te
lleva o tú la llevas al cine, algo sin importancia porque es solo para ver una
película. Nada de copas después, ni esa engolosinada forma peregrina y aburguesada
de una cena antes, cuando todo ya debería haber terminado y solo quedara
esperar al día siguiente bien tumbado y bien dormido sobre tu confortable
colchón durante unas horas hasta que ese día siguiente no fuera el esperado y
ese día siguiente te hiciera despertar en un lugar que no es el tuyo, como
alguien nuevo que no hubiera hecho lo que debiera sino aquello de lo más
imprudente, de que lo que hicimos lo hicimos primero sobre el sillón pues no
fuimos capaces de llegar hasta la cama de la habitación del motel sino hasta el
siguiente, y fue allí donde nos descubrieron pero ya habíamos acabado aunque
con ganas de haber seguido, y allí tumbados completamente desnudos y aún
ardientes y sudorosos, la policía rompió la puerta y empezó con gritos y
órdenes, y allí estaba su marido con la placa de la autoridad colgándole del
pecho y el arma bien agarrada creyéndose lo que más o menos era, el sheriff del
condado buscando a su esposa a la que habían secuestrado y que llevaba
desaparecida varios días con el gilipollas que fumaba desnudo junto a ella
también desnuda ambos fumando en el suelo, y puedo asegurarles que intenté
decirle a aquel señor que conmigo eso de varios días nada, que la acababa de
conocer la noche anterior y que estuve a punto de evitar que esto ocurriera,
que yo estuve a punto de acabar en mi cama durmiendo plácidamente tras ver la
horrenda película que vimos, pero no pude decir nada, pues ella aprovechó la
mirada de odio del marido ultrajado para agarrar mi miembro que empezaba a
desvanecerse para darle vida, y fue entonces que ese gilipollas que era yo se
llevaría todos los golpes de los miles de policías que yo creía que me
rodeaban, hasta verlos a ellos dos desde el suelo con mis ojos medio cerrados y
sangrantes andando muy acaramelados hacia su horizonte común, agarrados por la
cintura, mientras yo, desde mi pared, no podía detener mi mirada en el culito
de ella, que fue lo que me enamoró desde un principio, balanceándose
provocativamente cortando el aire de acá para allá con sus caderas que ahora
eran de otro, como dirían algunos, de su legítimo dueño, de un enamorado como
yo de ella, pero que llevaba una placa de funcionario y el anillo que
simbólicamente une a las parejas.
(Modisto)
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