martes, 20 de agosto de 2019


COMO SI FUERA LA ESPOSA DE MARSELLUS WALLACE

Es algo que si ella te lleva o tú la llevas al cine, algo sin importancia porque es solo para ver una película. Nada de copas después, ni esa engolosinada forma peregrina y aburguesada de una cena antes, cuando todo ya debería haber terminado y solo quedara esperar al día siguiente bien tumbado y bien dormido sobre tu confortable colchón durante unas horas hasta que ese día siguiente no fuera el esperado y ese día siguiente te hiciera despertar en un lugar que no es el tuyo, como alguien nuevo que no hubiera hecho lo que debiera sino aquello de lo más imprudente, de que lo que hicimos lo hicimos primero sobre el sillón pues no fuimos capaces de llegar hasta la cama de la habitación del motel sino hasta el siguiente, y fue allí donde nos descubrieron pero ya habíamos acabado aunque con ganas de haber seguido, y allí tumbados completamente desnudos y aún ardientes y sudorosos, la policía rompió la puerta y empezó con gritos y órdenes, y allí estaba su marido con la placa de la autoridad colgándole del pecho y el arma bien agarrada creyéndose lo que más o menos era, el sheriff del condado buscando a su esposa a la que habían secuestrado y que llevaba desaparecida varios días con el gilipollas que fumaba desnudo junto a ella también desnuda ambos fumando en el suelo, y puedo asegurarles que intenté decirle a aquel señor que conmigo eso de varios días nada, que la acababa de conocer la noche anterior y que estuve a punto de evitar que esto ocurriera, que yo estuve a punto de acabar en mi cama durmiendo plácidamente tras ver la horrenda película que vimos, pero no pude decir nada, pues ella aprovechó la mirada de odio del marido ultrajado para agarrar mi miembro que empezaba a desvanecerse para darle vida, y fue entonces que ese gilipollas que era yo se llevaría todos los golpes de los miles de policías que yo creía que me rodeaban, hasta verlos a ellos dos desde el suelo con mis ojos medio cerrados y sangrantes andando muy acaramelados hacia su horizonte común, agarrados por la cintura, mientras yo, desde mi pared, no podía detener mi mirada en el culito de ella, que fue lo que me enamoró desde un principio, balanceándose provocativamente cortando el aire de acá para allá con sus caderas que ahora eran de otro, como dirían algunos, de su legítimo dueño, de un enamorado como yo de ella, pero que llevaba una placa de funcionario y el anillo que simbólicamente une a las parejas.

(Modisto)

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