GRAFITI
“Tantas cosas
que empiezan y acaso acaban como un juego…”
(Grafiti, de
Julio Cortázar)
No supe nunca negarme a
nada de lo que tú me dijeras porque eso de no saber si lo nuestro acabaría en
drama o en comedia no me hacía nada feliz porque no creía ni en lo uno ni en lo
otro, pero sí me supe más cordial y más amable con mi medio ambiente cuando
descubrí que tus ruegos y preguntas y hasta órdenes, solo me harían más feliz
si te seguía, no la corriente, sino tu incombustible felicidad de lo que
esperabas de mí en cada momento que era bueno, eso de guardar mis silencios y
solo invadir tu espacio con unos leves síes que mantenían vivas las vías de
nuestros trenes, nunca maltrechos, no creas, pero siempre en vías de
restauración, puesto que a veces aquí o allá quedan desajustadas tuercas o
vagones a los que hay que darles una vuelta de mano de pintura porque estos
grafiteros…, yo tampoco entendí nunca por qué están tan mal vistos los
grafiteros si no fuera porque son gente valiente, y los valientes, ya se sabe,
están por encima de la media de los cobardes, y esos grafiteros quizás estén
mal vistos porque saltan vallas y se arriesgan a mostrar su arte allá donde nadie
los deja, y a mí, la verdad, me da pena que me manden que borre sus pinturas o
sus obras de arte, yo no entiendo, y los cubra con el dibujo oficial y sus
letras, que ni con una cosa ni con la otra, nadie ni está de acuerdo, porque es
amorfa, ni nadie siente una pizca de interés por nada de lo que allí la
oficialidad dice, pues no dice nada, y lo peor en el arte es la indiferencia,
pero es en esos maltrechos días de trenes que se encuentran en la misma vía,
donde más deseo que la tinta del grafiti no se descomponga, y si lo hace, que
lo haga sobre un cuadro de misterio bien guardado sobre las chapas de algún
vagón donde cada trazo que hayamos dado sea una orden de amor para que el
próximo tren pueda salir a su destino.
(Modisto)
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