UNA
CARTERA Y UN OLVIDO
Sí, se le olvidó aquí,
no, no sé exactamente cuándo, hace ya tanto tiempo, pero sí, esta era su
cartera, se quedó aquí encima del mostrador una noche enseñándome una foto de
cuando joven, y yo nunca, créeme, a mí siempre se me olvidó devolvérsela aunque
él viniera cada noche como un ejemplar parroquiano por su penúltima copa antes
de acostarse, y yo lo invitara siempre y
con gusto de hacerlo, nunca me pesó, todo lo contrario, era una persona, que
aunque borracho, era agradable hablar con él sobre todo por lo educado y culto
que era, lo que nunca supe por qué, bueno sí, me lo confesó alguna vez, por qué
cayó en eso de la bebida, fue algo relacionado con la guerra pero nunca quiso
especificar nada, hablaba sobre eso con vaguedades, sin embargo de otros temas
como de música o arte o literatura o de cine, la ópera le encantaba, ya lo
sabes, lo hacía con una precisión y un vocabulario tan rico que parecía un
auténtico experto en todos esos temas, sí, ¡qué grande!, él vivió solo unos
años, creo que cinco o más, los años que nos conocimos, justo encima de nuestra
taberna, que siempre estuvo abierta a sus necesidades, a mí se me olvidó,
créeme, sin mala intención porque así es la memoria de caprichosa, si me
quieres denunciar puedes hacerlo, pero la verdad es que la cartera se quedó en
aquel cajón oculto al recuerdo, y él tampoco me habló de ella ni de que le
faltara, a ver si preguntas por ahí o la ves, nada, yo creo que nunca la echó
de menos, yo creo que nunca echó de menos nada de lo que había vivido, pero eso
yo no te lo puedo asegurar, pero sí te puedo asegurar que jamás la he abierto,
no sé lo que contiene, pero al volver del cementerio he pensado que ya era mal
momento pero que no había otro para devolverle la cartera si no ya a él porque
eso es imposible, sí al menos a su hijo.
(Modisto)
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